Alfabeto, oeuvres de Foscarini, Pellegrini, Granata, Corbetta
17 tracks - Mp3 192 - RAR 120 Mb - Covers+Booklet
Rolf Lislevand, guitare baroque & direction
Arianna Savall, harpe & voix
Thor-Harald Johnsen, guitare "battente"
Eduardo Eguez, chitarriglia & guitare "battente"
Bjørn Kjellemyr, colascione
Paolo Pandolfo, viole de gambe soprano
Michael Behringer, orgue positif & clavicorde
Pedro Estevan, percussions
Ensemble Kapsberger
2001 Astrée/Naive
17 tracks - Mp3 192 - RAR 120 Mb - Covers+Booklet
Rolf Lislevand, guitare baroque & direction
Arianna Savall, harpe & voix
Thor-Harald Johnsen, guitare "battente"
Eduardo Eguez, chitarriglia & guitare "battente"
Bjørn Kjellemyr, colascione
Paolo Pandolfo, viole de gambe soprano
Michael Behringer, orgue positif & clavicorde
Pedro Estevan, percussions
Ensemble Kapsberger
2001 Astrée/Naive
En último término la interpretación auténtica o histórica es otra visión estético-musical.
Es otro enfoque que puede y debe ser tan válido como Furtwängler o Menuhin tocando un Concierto de Brandenburgo. Y con este álbum pretendo intentar explicar mi punto de vista.
Hoy se desplaza hacia un costado las intepretaciones de la vieja escuela centroeuropea de directores de orquesta, tachándolas de "experimentos", o más benévolamente de "románticas". Se habla de que no ocupaban instrumentos históricos o que teniéndolos aplicaban otras técnicas, que las orquestas estaban sobredimensionadas, el rubato, el vibrato, y un largo etcétera. Se menciona casi como un pecado que aquella era la visión propia de Klemperer, de Beecham. Como si Pluhar, McCreesh, Haim, Rousset y otros carecieran de "su visión" y crearan desde una objetividad casi angélica respaldada por estudiosos, luthiers, manuscritos y -no menor- un mercado discográfico que se ha mostrado extraordinariamente acogedor con estos revolucionarios de anteayer que trajeron nueva música y nuevos auditores/compradores a un mercado difícil.
Pues bien señores, la objetividad es un bien tan escaso y acaso imposible en los ámbitos de la sensibilidad como el que más.
Pretender dar una visión excluyente al término auténtico me parece algo muy soberbio, y me parece que nuestros antepasados se merecen algo más de respeto.
Y qué puede tener que ver todo ésto con el disco Alfabeto?
Nadie puede discutir los pergaminos HIP de Rolf Lislevand, ni de quienes lo acompañan en esta ocasión (entre ellos el formidable Eguez), ni nadie pondrá en duda el intenso estudio y preparación sobre fuentes históricas que el guitarrista noruego pone en cada proyecto, nadie tampoco dejará de poner atención en su guitarra modelo italiano del siglo XVII. Sin embargo, y así lo da a entender Lislevand en un momento de lucidez y humildad en las notas del disco, si bien la melodía puede ser derivada de la lectura de los manuscritos, la armonía y el ritmo necesariamente deben venir de fuentes contemporáneas o de otras obras del autor. Y ahí se introduce un elemento de discrecionalidad tal que nuestra ecuación de autencidades, de objetividades, se va un poco al cuerno.
Y nos quedamos entonces con la visión de Lislevand.
Porque a fin de cuentas prima su elección de ritmos, acentos y armonías.
La música es una experiencia auditiva, y a no ser que alguien logre descubrir una brecha en el espacio-tiempo, jamás nos será dado oír a Kapsberger, a Marais y a sus cuerdas de tripa de gato, o a los anónimos músicos que tocaban el Roman de Fauvel.
Dejémos que el mismo Lislevand nos lo cuente: "The written words of poetry are poetry, and painted forms and colours are painting, but musical notation is not the music, and cannot alone testify to the experience of music. The further back we go from our own time, the less we can rely on musical notation to tell us about the music itself".
Si lo anterior no implica entonces trabajar con un enfoque propio para acercarse a este repertorio, entonces me perdí.
Si bien suena un poco burdo, la música es buena o mala. Genera sensaciones en tu oído o no, y eso es independiente de etiquetas, escuelas, luthieres más o menos.
Y acá, con Alfabeto, tenemos un ejemplo sobresaliente. De la buena.
Es otro enfoque que puede y debe ser tan válido como Furtwängler o Menuhin tocando un Concierto de Brandenburgo. Y con este álbum pretendo intentar explicar mi punto de vista.
Hoy se desplaza hacia un costado las intepretaciones de la vieja escuela centroeuropea de directores de orquesta, tachándolas de "experimentos", o más benévolamente de "románticas". Se habla de que no ocupaban instrumentos históricos o que teniéndolos aplicaban otras técnicas, que las orquestas estaban sobredimensionadas, el rubato, el vibrato, y un largo etcétera. Se menciona casi como un pecado que aquella era la visión propia de Klemperer, de Beecham. Como si Pluhar, McCreesh, Haim, Rousset y otros carecieran de "su visión" y crearan desde una objetividad casi angélica respaldada por estudiosos, luthiers, manuscritos y -no menor- un mercado discográfico que se ha mostrado extraordinariamente acogedor con estos revolucionarios de anteayer que trajeron nueva música y nuevos auditores/compradores a un mercado difícil.
Pues bien señores, la objetividad es un bien tan escaso y acaso imposible en los ámbitos de la sensibilidad como el que más.
Pretender dar una visión excluyente al término auténtico me parece algo muy soberbio, y me parece que nuestros antepasados se merecen algo más de respeto.
Y qué puede tener que ver todo ésto con el disco Alfabeto?
Nadie puede discutir los pergaminos HIP de Rolf Lislevand, ni de quienes lo acompañan en esta ocasión (entre ellos el formidable Eguez), ni nadie pondrá en duda el intenso estudio y preparación sobre fuentes históricas que el guitarrista noruego pone en cada proyecto, nadie tampoco dejará de poner atención en su guitarra modelo italiano del siglo XVII. Sin embargo, y así lo da a entender Lislevand en un momento de lucidez y humildad en las notas del disco, si bien la melodía puede ser derivada de la lectura de los manuscritos, la armonía y el ritmo necesariamente deben venir de fuentes contemporáneas o de otras obras del autor. Y ahí se introduce un elemento de discrecionalidad tal que nuestra ecuación de autencidades, de objetividades, se va un poco al cuerno.
Y nos quedamos entonces con la visión de Lislevand.
Porque a fin de cuentas prima su elección de ritmos, acentos y armonías.
La música es una experiencia auditiva, y a no ser que alguien logre descubrir una brecha en el espacio-tiempo, jamás nos será dado oír a Kapsberger, a Marais y a sus cuerdas de tripa de gato, o a los anónimos músicos que tocaban el Roman de Fauvel.
Dejémos que el mismo Lislevand nos lo cuente: "The written words of poetry are poetry, and painted forms and colours are painting, but musical notation is not the music, and cannot alone testify to the experience of music. The further back we go from our own time, the less we can rely on musical notation to tell us about the music itself".
Si lo anterior no implica entonces trabajar con un enfoque propio para acercarse a este repertorio, entonces me perdí.
Si bien suena un poco burdo, la música es buena o mala. Genera sensaciones en tu oído o no, y eso es independiente de etiquetas, escuelas, luthieres más o menos.
Y acá, con Alfabeto, tenemos un ejemplo sobresaliente. De la buena.